Nuestra Misión y Visión

Misión

Glorificar a Dios en todo

La Iglesia existe para la Gloria de Dios. “El fin principal del hombre es glorificar a Dios al gozar de Él para siempre” (Catecismo menor de Westminster); Dios está formando un pueblo de adoradores. Esa es la misión de Dios. Y para eso, ha llamado a hombres y mujeres a ser agentes para la evangelización del mundo. De manera que la iglesia glorifica a Dios y promueve su gloria, sobre todo, cumpliendo la misión que él le encomendó. “Dios no tiene una misión para la Iglesia. Dios formó una iglesia para Su misión”.

Haciendo discípulos de Cristo

Hacer discípulos es más que traer gente a la iglesia o hacer prosélitos de nuestra denominación. Es ser agentes de Dios para llevar el evangelio a las personas para que el Espíritu Santo las convierta en discípulos. Un discípulo de Cristo es uno que nació de nuevo, confesó su pecado y necesidad de un Salvador, declaró públicamente el Señorío de Cristo en su vida y sigue al Maestro obedeciendo su Palabra. Por el bautismo, la iglesia le reconoce como miembro del Cuerpo de Cristo, y participa de todos los medios de gracia dispuestos por Dios para sus hijos. La meta de todo cristiano es ser un creyente maduro en Cristo. Y una de las evidencias más claras de la madurez cristiana es el dar frutos, es decir, tener “hijos espirituales” a los que cuidamos en su crecimiento hasta que, a su vez, alcanzan la madurez.

Plantando Iglesias

La Quinta iglesia suscribe que el método bíblico más duradero para la evangelización de un país, región o ciudad es plantar iglesias. Las iglesias que desde antiguo han hecho de esta tarea su principal esfuerzo no sólo han experimentado el gozo de ser “madres, abuelas y bisabuelas” de muchas congregaciones, sino que han crecido en sí mismas, internamente, en número y madurez cristiana. Al definir que Plantar Iglesias hace parte de la misión de la Quinta Iglesia, asumimos un gran desafío, y costos importantes en todo sentido; pero estamos seguros de que el Señor nos dará victoria tras victoria.

Visión

Ser una Iglesia saludable

Una iglesia local es una comunidad compuesta por discípulos de Cristo cuyo denominador común es haber sido llamados por gracia. Ningún mérito personal ha mediado en haber sido escogidos por Cristo y añadidos a la iglesia. “La Iglesia no es un museo de santos, sino un hospital de pecadores” (Morton Kesley). Siendo como está constituida, entendemos que la completa perfección solo será una realidad en la gloria, cuando la iglesia por la obra de Cristo llegue a ser la esposa perfecta del Redentor (Efesios 5: “para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”)

Sin embargo, hay algunas marcas reconocidas de una iglesia saludable. Entre otras destacamos:

Predicación expositiva; Teología Bíblica; Un entendimiento bíblico del evangelismo y el discipulado; un entendimiento bíblico de la membrecía en la iglesia; el compromiso con relacionamientos saludables; un liderazgo de servicio y capacitador.  

DesafíoEntendemos que la oración ocupa un lugar muy importante en la salud espiritual de una iglesia, por ello enfatizaremos en este medio de gracia para crecer en una espiritualidad sana como creyentes y como comunidad.

Ser una Iglesia acogedora

“Una iglesia solo es iglesia cuando lo es para los de afuera”. Ésta, que ha llegado a ser una frase conocida de Dietrich Bonhoeffer, señala muy bien un propósito central en la iglesia, cual es el hecho que no existe para si misma, sino para la misión; y el blanco de la misión es la persona y el mundo no alcanzado. Por ello, la acogida no sólo es espontánea, sino intencionada y planificada, para cumplir con este aspecto de la visión. Ser sensibles a las necesidades de los que llegan, con sus particularidades, sus historias y vivencias propias, seguros de la acogida que Cristo mismo da a todo aquel que acude a su llamado.

El desafío: promover en todos los miembros la visión de ser acogedores.

Discípulos movilizados en la Misión

 

Un discípulo de Cristo es uno que hace realidad en su vida el desafío de Cristo: “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame” (Mc 8:34) y en este seguir al maestro no sólo hay un sentido de renuncia sino a asumir la misión de Cristo como propia. El Señor nos dijo “como el Padre me envío, yo os envío” (Juan 20:21). Entonces, hemos usado la expresión “movilizados” tomándola del contexto de la milicia, donde movilizar significa “incorporar gente a las tropas, para enviarlas al campo de batalla”.

El desafío es agregar constante y progresivamente a los discípulos a participar activamente en la misión de la iglesia: ¡todos, movilizados en la misión!